En un lugar del salón
se quedaron mis
recuerdos,
apagada la luz de la
conciencia
me costaba entender,
vida para un corazón
que dejó a un lado el
dolor,
solo pude saber, de
cuando en cuando
una sonrisa dibujaba
también me costaba,
alguien se llama María y
Jesús
¿quien me lo decía?
Una voz que con migo
vivía,
ella iba y venía en un
tranvía,
ya no era de noche
cuando el Sol arriba
ardía.
Sí, lo siento, se apagan
mis ojos.
Me decía,
no trasmiten lo que
miran.
-se apagaba un corazón-
es mi cuerpo no respira
adiós mundo adiós,
ellos me esperan
Atilano y Jóse
Mi abuela, lo sé,
en un lugar del salón.
Antonio Garrido Sama
Espartinas marzo del 2016
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