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EL SUR NUNCA MUERE
La sonrisa
del día se diluye,
lenta, en silencio pasa
la tarde,
longo el sol penetra
entre los olivos,
se escucha un palpitar,
es el corazón de un
poeta
viejo y cansado.
Su refugio, la
naturaleza,
sus apagados ojos,
contempla
la inmensa playa de su
soledad,
con el silencio de la
nostalgia
redondea sus pisadas,
continua el pausado
caminar.
La tierra cede bajo sus
pasos,
va sembrando sus huellas,
se aleja de la vida,
cuelga sus recuerdos
sobre sus hombros,
la tarde la hace suya.
El viento del norte
todo lo seca,
el sur nunca muere,
un poeta tampoco,
derrama su mundo
sobre la tierra,
se queda con nosotros.
A. Garrido Sama
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